es un cuadro pintado por Eugène Delacroix en 1830 y conservado en el Museo del Louvre de París y uno de los más famosos de la historia.
El lienzo simboliza la Revolución de 1830 del día 28 de julio, mostrando una escena en la que el pueblo de París se levanta en armas contra el rey Carlos X de Francia. Este último había suprimido el parlamento por decreto y tenía la intención de restringir la libertad de prensa. Los disturbios iniciales se convirtieron en un levantamiento que desembocó en una revuelta de ciudadanos franceses. No existió un único cabecilla; sin embargo, cabe destacar que el interés por la revuelta fue de clase, en la medida en que la burguesía se veía beneficiada del movimiento. Sin embargo, Delacroix representa a la Libertad como guía que conduce al pueblo, el cual es mostrado como multiforme, es decir, con miembros de las clases sociales media y baja. Así también, la Libertad es alegorizada como una mujer de suma belleza.
El espectador sólo tiene dos posibilidades, el unirse a la masa, o el ser arrasado por ella. El pueblo es la unión de clases: se representa al burgués con su sombrero de copa y empuñando el fusil, al lado un andrajoso y un herido que pide clemencia a Francia. Al fondo aparecen brumas y humos de la batalla que diluyen un barrio francés bastante realista. A los pies de la Libertad un moribundo la mira fijamente indicándonos que ha valido la pena morir por ella.
El cuadro fue comprado por el Estado Francés en 1831, pero ante las críticas recibidas parece ser que fue devuelto al autor en 1839. Sin embargo, en 1848 el director de los museos nacionales lo reclamó, siendo entregado por el autor al año siguiente. Cuando se instauró el Segundo Imperio la tela pasó a formar parte de la reserva del Louvre, hasta que quedó expuesto en 1863, después de la muerte del autor. La obra se ha convertido en un icono universal de la lucha por la libertad.
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